top of page

1. Mi filosofia como diseñador

  • lemenydesign
  • 30 ago 2021
  • 10 Min. de lectura

Manifiesto creado para poder inspirar aquellos creadorxs

De mi para el lector: "Diseñemos despiertos"



Manifiesto a los creadores

Estoy cansadx y enojadx. Me niego a ejercer como diseñadxr que es usado por el sistema capital, no estoy conforme con el modo de vida que hoy nos rige ni con las disputas humanas. Vivo en una época llena de consecuencias de otras generaciones, errores que yo no creé pero que hago propios, son míos. Soy igual de responsable que los demás, incluso soy aún más responsable que todos. Soy estudiante, diseñadxr, y encarno mi hartazgo en cambio, mi cansancio lo traduzco en enojo catalizador de transformación. El velo enajenador no me ciega. La indiferencia no está en mi vocabulario, soy consciente, tomo decisiones y las llevo a cabo.


El mundo creado por el sistema que hoy nos rige, la explotación de personas y recursos nos han llevado a una situación cruel y despiadada en las relaciones humanas y con el planeta. Siendo el factor primero el detonante para un mundo desigual e injusto en oportunidades y calidad de vida, teniendo como consecuencia la falta de alimentación, vivienda, educación, cultura y desarrollo. En este entorno, bajo este modo de vivir, las personas son consideradas desechables o sustituibles, en el mejor de los casos.


La relación entre la producción comercial y la necesidad humana se ha fracturado a razón del comercio. Hoy en día la producción, las ideas y el diseño son emanados de las ganancias económicas, no de las necesidades sociales cotidianas, rompiendo con la naturaleza de crear para satisfacer necesidades reales y sustituyéndolo por necesidades creadas. Tal es el caso de la tecnología en cualquier tipo de productos, teniendo un tiempo de vida determinado de acuerdo a factores banales y de mercado con temporalidad definida, para así hacer del consumo una necesidad creada y fundamental, siendo éste la bandera primordial e inhumana del sistema en el que vivimos.



El mundo social, económico y político en el que estamos inmersos nos lleva diariamente a un consumo innecesario, adquiriendo y alcanzando satisfactores irreales consecuentes de productos y mercancías con la única finalidad de poseer por poseer, sin ninguna utilidad. El consumismo crea una insatisfacción permanente a razón de nunca tener lo más nuevo y trendy en el mercado, siempre anhelando los nuevos productos por venir, lo que nos reafirma que vivimos bajo un sistema que no crea felicidad sino resentimientos sociales y frustraciones.


La sociedad nos ha asignado carácter de producto, mientras estés etiquetado con mayor valor económico, con más cualidades y valía te verán los demás, sin importar la calidad de persona que seas, cuando no podría estar esto más alejado de la realidad. Podemos afirmar que las personas con mejor situación económica son a quienes se busca para entablar amistades, cercanías o cualquier tipo de sociedad, buscando los beneficios propios sin importar realmente la autenticidad de los mismos.


La falta de valores hace que le asignemos una importancia ficticia a las personas dependiendo de sus bienes materiales. Mientras más tienes, más vales. Nos han engañado al hacernos creer que la importancia de las personas no reside en sus acciones, valores y pensamientos, siempre viendo más allá de las etiquetas sociales o de grupos. Por lo mismo, vivimos buscando validación diariamente por medio de dichos bienes, sin importar realmente quiénes somos. Las relaciones sociales se convierten en relaciones de objetos, de mercancías, mientras nosotros, las personas, quedamos en segundo plano.

En consecuencia a todo lo anterior, el sistema nos ha acostumbrado a que todo es desechable, aún las relaciones humanas y de grupos. Cuando podemos usar a una persona para nuestro beneficio, no dudamos en hacerlo, y cuando esta persona ya no satisface nuestras necesidades políticas, laborales, sentimentales o de cualquier ámbito, la desechamos sin mirar atrás. Partiendo del individualismo al cual estamos acostumbrados, lo que me sirve lo tomo y lo que no me beneficia lo descarto. Estas relaciones de poder permean a estructuras de violencia mucho más grandes como el machismo, el clasismo, racismo, la explotación medioambiental, etc.


Viviendo inmersos en este mercado que crea mercancías y objetos de deseo sin ningún beneficio real, nuestro pensamiento creativo debería ser más responsable e ir por otra vereda. Sin embargo, nos hemos dejado manipular por el oropel y creencia de que las ganancias económicas lo son todo, sin cuestionarnos ni tomar en cuenta que lo realmente importante en nuestra área es visualizar necesidades reales, útiles, de beneficio social y colectivo para la humanidad.


Bajo un mínimo pensamiento crítico, y dicho todo lo anterior, tendríamos que replantearnos la manera de vivir, de ser y de crear. Los patrones que nos han asignado finalmente nos han ido desmantelando como individuos y como sociedad. Vivimos en una comodidad aparente, decidiendo no cuestionar el modo de vida, a las instituciones, a nuestrxs amigxs, ni cuestionarnos a nosotrxs mismxs, aceptando las reglas establecidas, reducidos a peones del tablero, lo cual nos lleva a experimentar una felicidad vacía y una aparente libertad personal y colectiva.


La comodidad es un elemento que nos arrastra en nuestro día a día, y así, la falta de cuestionamiento nos empuja a la mediocridad, llevándonos a vivir y reproducir el estilo de vida en el cual estamos inmersos, siendo voceros del sistema. Bajo estas reglas, no nos atrevemos a romper patrones y mucho menos al confrontamiento ideológico con otros, lo que nos obliga a vivir con inseguridades y miedo a la negatividad, a ser diferentes y a la aceptación de otros, libres y distintos a nosotros.


Es por esta frágil comodidad que vivimos vidas prescritas y ya definidas, en donde los condicionamientos sociales nos llevan a tomar decisiones, ejecutar patrones y realizar acciones esclavas de lo que está ya está dicho, sin importar nuestro pensamiento primario, asumiendo las leyes de comportamiento y maximizando nuestras vidas en una felicidad hipócrita, haciendo todo de manera compulsiva sin tener satisfactores reales. La libertad que plantea este mundo capital neoliberal es una libertad paradójica que se presenta a manera de mandato “sé libre”. Se nos ordena ser libres siendo engranes desechables del sistema, ser libres trabajando para él en tanto seamos requeridos. Ser libres viviendo la libertad que ya escogieron para nosotros, con la que no estamos conformes y que, lejos de darnos alas de libertad, nos da grilletes de consumo y rendimiento.


Nos encontramos en un mundo que corre vertiginosamente hacia lo fácil, lo rápido, lo innecesario y lo poco útil, en donde es muy fácil apuntar y decir que el enemigo es un sistema que nos enseña a crear falsas necesidades y vivir una vida cómoda y vanal, sin analizar y cuestionar nuestra responsabilidad en el problema. Es fácil considerarnos no partícipes de la producción de este modo de ser que crea expectativas de vida irreales, que nos enajena y que produce de manera desenfrenada injusticia y dolor en quienes menos tienen.


Y, entonces, ¿quién es nuestro enemigo? Es todo aquel que es partícipe de la explotación de personas o del planeta.

Es aquel que directa o indirectamente, sigue tomando decisiones que perjudican en gran medida a grupos vulnerables, siendo indiferentes a su explotación. Aquellos que van al súper y compran ropa en centros comerciales.


Es todo aquel que no tiene fondo, queriendo producir más.


Es todo aquel que se va por la salida fácil, la que rinde más.


Es todo aquel que cree que lo que tiene lo define.


Es todo aquel que cree que quien tiene menos, vale menos.


Es todo aquel que cree que quien tiene más, vale más.


Es todo aquel que ve productos que puede poseer y desechar, en vez de ver personas.


Es todo aquel que cree que no hay consecuencias inmediatas, a corto, mediano y largo plazo.


Somos nosotros, los creadores, que nos subordinamos al sistema, sin querer darnos cuenta.


Somos nosotros, los creadores, que nos dejamos usar como herramientas del sistema capital, siendo engranes fundamentales del mismo.


Somos nosotros, los creadores, que, cómodos y cobardes, no somos capaces de cuestionarnos.


Somos nosotros, los creadores, egoístas, permitiéndonos ser indiferentes y nada empáticos al ser incapaces de ver el dolor del mundo, el sufrimiento de las personas y saber que viven así por nuestra culpa.


Son los políticos, los empresarios, el sistema educativo, la publicidad, nuestra familia, nuestros amigos, eres tú, soy yo.


Soy yo, que busco mi bienestar a costa de otra persona.

¡Despierta!


Eres tú, que decides ignorar que formas parte del problema.

¡Despierta!


Quiera o no, soy yo, consciente o indiferentemente.

¡Despierta!


Quieras o no, eres tú, directa o indirectamente.

¡Despierta!


Soy yo, que no me atrevo a ser diferente.

¡Despierta!


Eres tú, que no te atreves a cuestionarte.

¡Despierta!


Soy yo, que no me hago responsable de lo que diseño.

¡Despierta!


Eres tú, que no te haces responsable de lo que consumes.

¡Despierta!


Somos nosotros, cómplices y esclavos del capitalismo.

¡Despertemos!



Nos dirigimos a los creadores, les gritamos, nos gritamos a nosotros mismos. El mundo clama y es urgente responder. Nosotrxs, creadorxs, diseñadorxs, comunicólogxs, arquitectxs, escritorxs, psicólogxs, mercadólogxs, educadorxs, políticxs, todxs quienes crean para otras personas, somos responsables no sólo de lo que consumimos o de cómo nos relacionamos, sino, sobre todo, de lo que creamos. Somos responsables de nuestras acciones y también de quienes se sirven de nuestros servicios, somos piezas fundamentales de este sistema, somos pies y brazos, boca y ojos del mismo monstruo. ¡Basta! Basta, de abandonarnos corriendo la suerte de una herramienta que puede ser usada con el fin que disponga quien la empuña. Basta de nuestra comodidad, basta de ser blandos, de no cuestionar. Somos creadoras y creadores, creemos entonces el cambio, construyamos un mundo más justo y amoroso.


Es nuestro menester dirigir este andar, ser pioneros de la transformación de nuestra realidad. Crear para que todxs puedan sumarse a este camino. Construir los cimientos y las herramientas para que podamos todxs levantar un nuevo comienzo. Sin embargo, para alzar un nuevo mundo debemos primero tirar éste. Deconstruir el sistema de producción capitalista que nos enajena. Despertarnos y despertar a otros, obligándonos a salir de nuestra indiferencia. Debemos transformar las prácticas de consumo, generando sentido de responsabilidad no en el consumidor, sino en las personas, que deben urgentemente despojarse de su papel de consumidores para volver a ser humanos.

Debemos liberar a los sistemas de producción de la élite capitalista, tirar los monopolios. Emprendamos, todas y todos creemos nuevos espacios, nuevas cadenas, vaciemos la centralización del producto.


Abandonemos la técnica moderna que somete y explota a quien desee y al planeta. No son recursos naturales, es nuestro hogar, no es mano de obra, son hijxs, madres y padres, esposxs, abuelxs y nietxs. Debemos encontrar en la producción un fin ajeno a sí misma, no producir por producir, creando más y más necesidades.

Liberémonos, liberemos a otrxs, independicémonos de las relaciones de poder, de las relaciones entre mercancías, del valor metafísico del producto, del cansado y constante esfuerzo por pertenecer a este modo de vida nocivo para todxs.


Y cuando lo hayamos logrado, cuando hayamos tirado esta realidad, construyamos una nueva. Incluso antes de lograrlo, imaginemos nuevos mundos, sueños que nos ayuden a trazar el camino, horizontes que nos muevan, metas que nos impulsen.

Imaginemos un mundo de sobriedad, no de austeridad ni pobreza, sino de vivir moderadamente. Libres de excesos, no viviendo sólo con lo mínimo e indispensable, sino con lo justo y lo necesario, entendiendo que necesitamos no sólo comida y techo. Sin vivir explotando personas y al planeta para satisfacer nuestro derroche. Construyamos un lugar común en donde mi bienestar no sea a costa de alguien más, en donde todo esté determinado a crecer juntos, velando por el bien común.

Imaginemos un mundo que no es esclavo de la tecnología ni los nuevos avances, sino que dispone de la misma para crecer coexistiendo con su entorno, ayudando a liberar a las personas, no sometiéndolas a su mandato.


Sentemos las bases para un mundo equitativo, en oportunidades y circunstancias, que no busque eliminar la diversidad o la capacidad de cada uno y cada una de hacer con dichas oportunidades caminos distintos, logros diferentes. Un mundo en el que cada quien pueda hacer libremente con sus logros lo que desee, pero que nunca, nunca valga nadie más que otro por lo que posee.


Imaginemos un mundo en donde no seamos un activo en el mercado, en donde ya no existan mercancías con forma de humanos, en donde desaparezcan los consumidores y den paso de nuevo a personas que disponen de su entorno justamente, progresando como colectividad. Que desaparezca la masa y se haga presente la comunidad.

Imaginemos un mundo en donde quienes sean señalados como extraños sean los indiferentes, y aceptemos a los diferentes. En donde normalicemos la autenticidad y rechacemos la falta de criterio y sentimiento. Imaginemos poder existir libres en una red de creencias tejida por todxs, viva, hecha para poder navegar en ella viendo siempre por el bien común, sin dejar de vernos a nosotrxs mismxs..

¿Cómo podemos lograrlo? ¿Cómo podemos caminar del sueño a la realidad? No sólo formemos parte de la revolución cultural, ideológica y de prácticas, creémosla. Cambiemos nuestra forma de consumir, pero cambiemos también nuestra forma de diseñar. Somos creadores, creemos el cambio.


Arranquemos de todo diseño que hagamos la dimensión metafísica que hoy acosa a los productos. El valor social pertenece a la sociedad, no a la mercancía. Basta de posicionamiento, de estatus, de objetos que determinan nuestro valor.

Imprimamos en nuestro diseño un valor distinto, el que le atribuye su uso y función, el que le atribuye el trabajo y esfuerzo de quién lo produjo, el respectivo al material del cual está hecho, a sus características físicas y su forma estética, pero nunca más atribuyamos al producto un valor social metafísico inexistente.


Sobre todo, llevemos la valía de nuestro diseño hacia la belleza. Belleza, entendida por cómo se manifiesta el producto en sí mismo, es decir, productos que no son bellos por el posicionamiento de la marca, o el valor otorgado estratégicamente por campañas mercadológicas, sino productos que son bellos en sí mismos, por el valor que guardan real, no metafísico. Belleza entendida por cómo un producto es bueno para quien hace uso de él y especialmente cómo es bueno para todxs, para el bien común, para el planeta. Llevemos la señalización costosa del producto no al estatus social basado en la mercancía, sino a qué tanto bien hace a todos y qué tanto ayuda a construir un mejor mundo. Que lo bello sea aquello que construya el mundo que aquí planteamos, aquello que sea bueno para mi, para ti, para todxs.


Diseñemos un mundo en donde sea más bello y valga más un tomate que ha crecido en manos de una familia agricultora en simbiosis con su entorno, que uno que ha crecido en campos jornaleros en Michoacán indignos para sus trabajadores y su propia tierra.

Diseñemos despiertos, basta de ser usados, salgamos de nuestra comodidad, cuestionemos y confrontemos nuestro modo de vivir, no temamos romper con lo ya normalizado. No temamos escuchar la incómoda voz interior que nos grita que está mal vivir así, no temamos hacer caso al impulso de ser distintos. Diseñemos despiertos.

Todxs somos el enemigo.

Tú y yo, voceros y esclavos.

Tomemos responsabilidad.

El cambio es menester de todxs.

Somos creadores, creémoslo.






Les hablan:

Alejandra Gutiérrez

Camila Ogando

Ana Sofía Ganem

Amaranta Palma

Mariana Perdomo

Chema Silva

Paula Ortega

María Septien

Rebeca Obregón

Javier Escutia

Alejandra Sánchez

Leonardo Ramos Méndez Yáñez

Mike Leopold


Con la guía de:

Ricardo Tappan

Rene Masri


Desde:

Nuestras casas en cuarentena 17 Marzo 2020

Diseño Industrial


 
 
 

Entradas recientes

Ver todo

Comments


  • Icono social LinkedIn
  • Facebook icono social
  • Instagram

©2021 por Lemeny Baggage. 

bottom of page